La ceremonia del té

Puede usted, claro está, echar agua hirviendo sobre un saquito que se pretende de té, esperar los 5 minutos que aconseja el envase, y zamparse el líquido mientras se esfuerza por tragar una tortilla de grasa.

Sin embargo esa costumbre, propia de las orillas, nada tiene que ver con la Ceremonia del Té.

Si quiere disfrutar del verdadero placer del té, comience por actualizar su cocina: Compre un hervidor eléctrico con graduador de temperatura, un filtro metálico íntegramente calado, una tetera marroquí (a ser posible, adquirida en el zoco de Marraquech), y un termómetro con temporizador especialmente diseñado para este menester.

Acto seguido regale a su vecina los saquitos de té que pudiera aún tener en su alacena, y adquiera 4 o 5 variedades de té en hebras.

Quienes viven en Buenos Aires pueden pasarse por la calle Posadas y encontrar, no sólo una amplia variedad de té y de accesorios, sino el asesoramiento de la primera experta mundial, una porteña universal.

Los exigentes que viven en Madrid se surten en la calle de Fernando VI.

Pues bien, una vez renovada su cocina y su despensa, desconecte el móvil a las 16,45 horas, caliente agua a 85°C, viértala dentro la tetera marroquí procurando que caiga sobre el filtro, encienda el temporizador y ordene que le advierta a los l2 minutos, coloque el termómetro dentro de la tetera.

Cuando suene el timbre, cerciórese de que el té está a 70°. Sírvalo en un vaso (también marroquí) y disfrute de la bebida mientras conversa con su amada o, llegado el caso, lee un cuento de Cortázar.

Sugerencia: Acompañé el té con un brioche de la calle Paraná al 1000 (en Salta puede reemplazarlo con scons de “Capricho”; en Madrid por pastelería de Mallorca) y machacado de higo.

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